miércoles, 6 de julio de 2016

Transporte público de calidad

La gente de mi ciudad se queja del mal servicio del transporte público. Buses en mal estado, con pitos escandalosos, con humo negro saliendo por todos lados, cubriendo de hollín a los transeúntes, llevando gente tan apretada, que el concepto de espacio personal no existe, y cuando uno está apurado van lento, o pasan tan llenos que uno no puede treparse, y que hacen parada donde quieren y cuando quieren... Entonces, la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil, a manera de solución, empezó el plan de reemplazo de dichos buses, de manera progresiva, por el servicio de la Metrovía... que es básicamente el mismo servicio, pero que ahora solo pueden parar en las paradas construidas para tal fin, y ya no se le paga al chofer, si no que se utilizan tarjetas inteligentes. Cómo hemos progresado.

Pero no todo el servicio de transporte público era malo. Yo crecí al sur, en Pradera 2, y las 3 Praderas teníamos un medio de transporte emblemático: la 40. Eso, damas y caballeros, era transporte público de calidad. Habían buses grandes, "Selectivos", de 25 centavos, y busetas chiquitas muy cómodas, o "populares" de 18 centavos, y en ambos siempre viajé cómodo, mis rodillas nunca tocaban el asiento de adelante. La mayoría de la gente que vivía en el barrio a la hora de salir al trabajo prefería caminar hasta la estación, la cual quedaba en la calle que dividía a Pradera 2 de Pradera 3, calle la cual al parecer nunca tuvo nombre, ni Google Maps la tiene identificada, y todo el mundo la conocía como "la calle de la 40". Normal era ver una procesión de gente a lo largo de la calle, no se hacía fila, se caminaba hasta toparse con el bus, el cual avanzaba lentamente recogiendo a todos los caballeros al andar, y parando suavente para llevar a las damas. Uno madrugaba para asegurarse de alcanzar un buen asiento, de preferencia adelante para que la bajada sea ágil y del lado izquierdo, pues el bus emprendía camino al norte y el sol que pega desde el este era molesto para quedarse en el lado derecho mucho tiempo.

Un bus de la línea 40 cuando cada cooperativa tenía colores distintivos. El municipio unificó los colores después.
El no tener cambio exacto, o "suelto" para pagar el bus nunca fue problema. Uno se podía subir con un billete de $20, y el chofer antes de aceptar el pago preguntaba "¿hasta dónde va?", mientras lo mira a uno con el billete en la mano. Cuando uno indicaba su destino, el chofer calculaba si hasta ese punto ya tendría suelto para dar cambio, lo miraba bien para recordar el rostro, y si todo estaba en orden, respondía: "pase y me pide el vuelto a la salida", caso contrario, lo hacía bajar del bus con el mismo billete. Y no fallaba. La primera vez que me tocó protagonizar dicha transacción con promesa de vuelto, estaba seguro de que me iban a "patear", pero no fue así. Al llegar a mi destino, normalmente en el Malecón, el chofer ya tenía el paquete de billetes y monedas organizados para devolver al bajar. Incluso una vez yo me estaba bajando sin pedir mi vuelto, y el chofer me hizo notar mi descuido, mientras extendía su mano con el vuelto. ESO es buen servicio, caramba.

Los vendedores son otra historia. Solo subían los vendedores o cantantes autorizados por el chofer, casi siempre eran los mismos: el caramelero que subía "encachinado" con buenos lentes de marco aéreo, el vendedor de plumas que siempre usaba la misma ropa, el presunto ciego que subía a cantar acompañado de un dizque mudo que hacía de lazarillo, el payaso llorón, el colero que servía vasos de 10 centavos, con bus en movimiento y sin que se le riegue una gota, entre otros. De vez en cuando se subía uno que otro vendedor desconocido, pero el chofer solo dejaba subir a vendedores nuevos si estaban solos y de buena facha, nada de ladrones disfrazados de vendedores.

También los choferes solían tener un gusto musical decente. Como buen busetero, ponían música bailable, de "busheta", pero siempre de buen gusto. Uno que otro vallenato, pero ponían los más populares, casi me aprendo "el osito dormilón" de tanto escucharlo, pero también habían los que variaban con algo de rock latino, un poco de pop rock, incluso glam, y desvariando un poco, una vez regresé de la universidad escuchando a Silvio Rodríguez en el bus. Era como que el chofer no ponía lo que él quería escuchar, parecía que "tasaba" a la clientela, y ponía algo con lo que la mayoría de los pasajeros se pudieran sentir cómodos, si no, a gusto.

Era muy raro verlos correr, nunca hubo que reclamarles para que bajen la velocidad... es más, a veces los clientes apurados se quejaban porque iban muy despacio, casi nunca los vi competir entre ellos, y cuando lo hacían, era a velocidades decentes y casi no se notaba que competían, y se peleaban los pasajeros, es decir, no competían por llegar primero, si no por llenar el bus. Eran viajes divertidos.

Cuando esta línea de buses fue retirada, fue algo que realmente le dolió al barrio. Las Praderas se identificaban con la 40, eran un símbolo, un ícono. La línea era tan querida que mi hermana menor se tomó una foto con uno de los últimos buses que salió, el día que salieron de circulación, Se nos quitó un excelente servicio para supuestamente dar uno mejor. Seguimos esperando que se cumpla.