miércoles, 27 de enero de 2016

Política, poder y servicio

Política. Condenado tema del que detesto hablar, y aquí estoy otra vez. Me pregunto si en algún momento realmente fue la rama de la moral que se supone debía ser, enfocada al servicio público y ordenada por el bien común. La idea es bonita, pero en el momento que el primer político se dio cuenta del poder que tenía, y empezó a beneficiarse de él... nos jodimos todos.

¿Qué habrá ocurrido primero? ¿Que aquel político se dio cuenta del poder obtenido, y empezó a negociar usando los favores como moneda... o alguien de afuera, de perfil bajo, le calentó la oreja con lo que podían hacer, y empezaron a intercambiar favores por dinero? Cualquiera que haya sido el escenario, generó una bola de nieve ancestral que sigue rodando hasta nuestros días. Y en este punto, no estoy seguro de si dicha bola arrastra consigo solo a quien desgraciadamente se topa con ella, o también hay gente que la busca y se atraviesa en el camino, para sumergirse en ese mundo y nunca salir de él.

Una buena parte de los servidores públicos (no todos), son cualquier cosa, menos servidores públicos. Sirven a intereses personales o de terceros con suficiente dinero o poder para que hacer que sus intereses particulares se conviertan en interés público. Y ocurre especialmente con los de elección popular. Para lograr un cargo de este tipo hoy en día, uno no necesita ser profesional en rama alguna, basta con ser popular, sonreír siempre, ser extrovertido en la tarima, fluido de palabra... y saber pedir favores. Porque uno no llega a ningún lado en este medio sin pedir y pagar favores. Una campaña política es costosa, no se trata solo los espacios publicitarios contratados y controlados por la autoridad electoral; una campaña política implica ir a todo barrio y pueblo que a uno se le ocurra, montar tarima, show, animador, traer artista invitado si se puede, regalar souvenirs con nombre y rostro impreso del respectivo candidato, tener un equipo que se encargue de todo eso, la infraestructura, la coordinación, alquiler de equipos, de edificios para oficinas, etc... ¿y quién paga eso? Personas o empresas que apoyan las respectivas candidaturas. Los apoyos pueden llegar a las decenas o incluso miles de dólares, si es que acaso no millones. Estos rubros no los cubre el CNE. Y el candidato tampoco los paga de su bolsillo. Los paga con favores. Agradece a quienes los ayudaron a llegar al poder, creando escenarios políticos y económicos que favorezcan a los aportantes de su campaña.

Y durante toda esta campaña, ¿qué necesita decir el candidato? Básicamente, siempre lo mismo: ofrecer planes de viviendo económica, bajar los impuestos, mejorar la economía, traer inversión extranjera, meter presos a los corruptos, y a esa base, agréguele ingredientes al gusto, que pueden incluir invitaciones a chupar, o traer de vuelta al pobre ex-presidente refugiado en el extranjero (déjenlo volver). Se puede agregar insultos a la supuesta honra de los contrincantes, pero depende del público.

¿Y las propuestas? ¿Qué pasó con las propuestas? Casi nadie las escucha. Medio mundo pide propuestas nuevas, pero no hay tiempo de exponerlas, si las hubiere. Y la verdad, hacer propuestas, de cualquier tipo, me parece demagogia pura. Uno llega al poder en un país del cual solo conoce la versión oficial, las estadísticas maquilladas, los indicadores acomodados, y línea muy fina que hace que se confunda la inversión con el gasto. Uno puede llegar con grandes planes y buenas intenciones, pero si el gobierno saliente ya comprometió los ingresos y gastos para los siguientes 10 años, no queda más que convertirse en administrador, optimizar recursos, y sacar el país a flote con lo que queda de él.

Dicho esto, me arriesgaría a votar por alguien que diga la plena: alguien que no ofrece nada porque no sabe si tendrá los recursos para cumplir, alguien cuya bandera sea el bien común, sin atarse a ideología alguna, ya sea izquierda, derecha, centro, arriba, abajo, o de ladito. Alguien que le devuelva a la política su prestigio, y nuevamente la enfoque al servicio púbico. Alguien que no tenga que pagarle favores a nadie. Alguien, que no existe.

2 comentarios:

  1. Personalmente siempre he pensado que el servidor público de elección popular debería cobrar el sueldo básico, sin embargo,luego me doy cuenta que probablemente utilizaría no el poder económico sino el politico. ¿Será que realmente no existe ese político que deje de lado sus intereses particulares y centrarse en el bien común. Probablemente no. Recuerdo un caso en una población costera (no diré su nombre), donde lo primero que hizo una persona al llegar al cargo de presidente comunal (o de cabildo) fue mover las influencias para obtener dinero y pavimentar las calles de su comuna...empezando por la suya, y aunque los demás vieron con buenos ojos la iniciativa,quedó ese mal sabor del aprovechamiento de los fondos públicos.

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  2. Diría que empiezo a ver luz al final del túnel, hay una forma de salir de ese círculo vicioso, tenemos ejemplos como los de España en donde los escaños políticos normalmente dominados por los partidos tradicionales, ahora están siendo ocupados por ciudadanos que decidieron actuar; en vez de estar esperando las "opciones" que les imponían los partidos, decidieron agruparse y ser ellos opción también; da gusto ver como de a poco le van quitando espacio a los de siempre y saber que ellos salieron de los grupos que hace unos años estuvieron en las calles protestando,exigiendo un cambio y recibiendo garrote. Otro excelente ejemplo es el de Kumamoto en México que logró quebrar la hegemonía partidista y llegar al Senado con una austera pero eficaz campaña.
    Acá básicamente debemos hacer lo mismo; el Colectivo Ciudad Viva es un gran avance a nivel ciudadano, esta coalición de colectivos que trabajamos por una ciudad mejor desde distintos ámbitos promete mucho.

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